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divendres, 26 de maig del 2017

Testimoni de Xabier Arztazkoz, arquitecte

Xabier Arztazkoz, arquitecte que  també estudia un doctorat en Sociologia, ha compartit amb nosaltres moltes hores quan ens ajudava a tirar endavant el projecte que vam anomenar Vassari XXI de renovació i museïtzació dels nostres passadissos per a presentar a la crida de la Fundació Bofill. Ara que tot ha acabat i que hem sabut que la nostra proposta no ha guanyat cap dels premis ens ha fet arribar el seu testimoni.

Tot i no haver rebut l'anhelat guardó crec que  totes les persones que formem part de la comunitat educativa hem après molt de l'experiència. Hem treballat en equip, amb entusiasme, empenta i il·lusió i tot plegat ho hem d'entomar com una oportunitat per a futurs projectes de centre.

AZKENAK (los últimos)

Llegué hace muy poco al Instituto Bellvitge, probablemente haya sido de los últimos en hacerlo aunque, tras de mi, seguro que vendrán muchos más. Apenas sabía nada del centro salvo por unas fotografías que había conseguido un par de días después de haber conocido a Carolina y Adela un sábado a finales de febrero, en la jornada que la fundación Jaume Bofill celebró con motivo de la presentación del concurso Hack The School. Allí, en la puerta, junto a la mesa de acreditaciones nos presentamos. A mi, como arquitecto, me habían asignado vuestro instituto como espacio en el que realizar una propuesta de intervención y a ellas les habían propuesto como solución a sus problemas un arquitecto doctorándose en sociología que, a duras penas, conseguía expresarse en catalán. Coser y cantar. Al finalizar la jornada introductoria y tras presentarse las bases del concurso, convenimos reunirnos en el instituto la siguiente semana para que Ángela –arquitecta también y compañera en el concurso- y yo pudiéramos conocerlo, familiarizarnos con el espacio y escuchar todas las propuestas en las que se habían pensado para poder cambiar algunos de los espacios comunes del instituto.

Aquella tarde tras la visita, sentados en el despacho de dirección, comenzamos a elaborar un calendario de trabajo y preparamos algunas de las actividades para las siguientes semanas. El proyecto Vassari XXI había echado a andar definitivamente sin prisa ni pausa y propulsado por una idea clara: fomentar la participación de todo el instituto en el proceso de diseño. Y así, se hizo el caos: Salimos a los pasillos para fotografiarlos, los alumnos identificaron en planos de distribución los espacios que menos les gustaban, se improvisaron clases de tecnología, actividades culturales, claustros para profesores y también se recibieron visitas institucionales. El hecho es que, de alguna manera y sin ser muy conscientes, en poco menos de un mes los alumnos se habían apropiado del proyecto que buscaba transformar la imagen de los pasillos del instituto. A este desorden inicial, le siguieron varias actividades en las aulas donde se buscaba fomentar la participación de todos los alumnos, dejando que sus ideas, dudas y sugerencias fluyeran en el planteamiento de posibles soluciones a los problemas que anteriormente ya habían identificado. Con esta actividad poníamos fin a una primera etapa de confusión inicial, aproximación y empoderamiento del proyecto que había tenido como objetivo dar todo el protagonismo del conjunto de los  alumnos y profesores del instituto.  

Pero, como parafraseó Lope de Vega: había que ponerle el cascabel al gato.

No fue fácil decidir cómo darle forma a la siguiente etapa, el entusiasmo y las ganas también se habían apoderado de nosotros en el transcurso de las semanas. Teníamos mucho material gráfico, un análisis exhaustivo, propuestas interesantísimas, alumnos, profesores y padres motivados y, sobre todo, muchas ganas de que las cosas saliesen bien. Para pensar en lo que estaba por venir Ángela y yo decidimos quedar para tomar un café, uno de esos que resuelven problemas. Y resolvimos que la mejor opción para avanzar era formar un grupo reducido de trabajo para que pudiese dar tiempo a desarrollar una propuesta que se presentaría al concurso al cabo de pocas semanas. Este comité formado por alumnos de todos los cursos trabajó sin parar durante varios días recogiendo y sintetizando muchas de las ideas de sus compañeros, imaginando las propuestas en perspectiva, pintándolas con acuarelas, riendo mientras aprendían a dibujar la sección de una escalera y construyendo varias maquetas que acabaron por habitar piratas de Playmobil. Finalmente, el proyecto Vassari XXI se presentó como un proyecto que pretendía convertir los espacios comunes del instituto en un gran lienzo, donde además se expondrían públicamente los trabajos de los alumnos y se habilitarían zonas de estudio comunes y áreas de descanso. Un gran árbol dibujado en las paredes de la escalera conectaba toda la intervención artística siguiendo una idea que enraizaba la llegada de los alumnos en planta baja, ascendía a cursos superiores trepando por el tronco de la planta primera y para salir al mundo a través de las ramas y la copa del árbol dibujadas en la última planta.

Con todo este material nos presentamos hace cuatro semanas al concurso y hace unos días nos comunicaron que no lo hemos ganado o no lo hemos hecho en el sentido en el que nos lo habíamos imaginado al inicio. Sin embargo, pienso que en todo este tiempo se han logrado muchas otras cosas que nacieron y crecieron más allá de una competición y que, con el devenir de las semanas, han adquirido tanto valor o más que ir a recoger un premio. De todas ellas y para poder darle un final a esta entrada en el blog me quedaré con dos: La primera es saber que el pretexto de un concurso como Hack The School ha servido para que hayan disfrutado aprendiendo. La segunda es haberme sentido feliz viendo cómo lo hacían. 

Llegué hace muy poco al Instituto Bellvitge, pero espero quedarme por mucho tiempo más.


Xabier. 

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